EL GRAN MOLINE

domingo, 4 de septiembre de 2011


La trascendencia de El Chapulín y sus actores

Por Johnny Arrendel

Un tal Leonardo 1267 critica la difusión que realiza esta página en torno a los actores y personajes de las aún vigentes series mexicanas: “El Chavo del Ocho y El Chapulín Colorado”.

Si bien, este espacio, regido por Joseph Cáceres, pertenece a sus seguidores, no menos cierto es que carecen de fundamento los argumentos que presenta Leonardo 1267.

Tal cómo La Tremenda Corte, serie cubana de humor realizada antes de la Revolución Castrista iniciada en 1959, los programas de Roberto Gómez Bolaños “Chespirito” fueron fenómenos de popularidad en su momento.

Pero además de su impacto fuera de serie, y  de dominar toda una época, estas producciones reúnen cualidades que explican el por qué han perdurado a través de décadas.

En primer lugar, se trata de historias contadas sobre la base de libretos escritos de manera correcta, con poco margen para la improvisación y contenidos humorísticos bien concebidos.

Segundo, interpretaciones sobresalientes de los actores y  dirección artística eficiente. Se ve que para encarnar sus papeles estos actores se apegaban al “método”. Se adentraban en la psicología de los personajes.

Una evidencia de esta premisa, es que con la misma soltura  con que en El Chavo o en El Chapulín recreaban al ciudadano tipo latinoamericano (mexicano de a pie), reproducían a personajes históricos, como Adolfo Hitler o Napoleón, aunque caricaturizados.

Tercero, la correcta puesta en escena. Siempre he pensado que los humoristas criollos no encuentran forma de internacionalizarse y trascender, por el facilismo con que montan sus comedias.

Recordemos precisamente esos programas del Chapulín dedicados a los Nazis o  inspirados en temas de terror, que lograban meter a los espectadores en la atmosfera requerida.

En ese sentido, los recursos de vestuario, escenografía, utilería, maquillaje y vestuario, estuvieron siempre por el librito.

Realmente, los actores de televisión en México, país donde existe una larga tradición cinematográfica, manejan esos aspectos con rigor. Para una muestra adicional: las comedias de Héctor Suárez, el mismo de “La Carabina de Ambrosio”.

Y cuarto, hay que resaltar la postproducción y efectos especiales, que para la época resultan muy bien logrados, ya que el formato de video estaba prácticamente en sus inicios.

Para finalizar, es preciso reconocer el talento de Ramón Valdez, quien en un elenco de estrellas sobresalía como el mejor de los actores a las órdenes de Gómez Bolaños.

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